Enfermedad de Parkinson


¿Qué es?
El parkinson es una enfermedad neurológica que se caracteriza básicamente por una reducción muy importante de la dopamina (neurotransmisor) en el cuerpo estriado, una zona del cerebro encargada del control de los movimientos de todos los músculos (de los brazos, piernas, de la deglución, de la voz, etc.). Esta reducción se produce como consecuencia de la degeneración y muerte de las neuronas que producen dopamina en la sustancia negra.
La enfermedad de Parkinson afecta a 1 de cada 1.000 personas y a más del 1% de la población por encima de los 55 años. En España se calcula que puede haber cerca de 100.000 personas con Parkinson.
Su etiología es desconocida y, por tanto, no se sabe cómo prevenirla. La padecen por igual hombres y mujeres y no conoce fronteras sociales, económicas ni geográficas. La edad promedio de inicio de los síntomas es de 60 años.La enfermedad de Parkinson no es contagiosa ni hereditaria y sólo un 10%-15% tiene algún familiar con esta enfermedad. No es una enfermedad exclusiva de personas mayores (el 30% de quienes la presentan tienen menos de 65 años) y tampoco es una enfermedad mortal (la esperanza de vida de estas personas es prácticamente igual a la de la media nacional).

¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas iniciales son sutiles, paulatinos y muy variados. Son síntomas iniciales frecuentes el dolor en el cuello, hombros o en las extremidades. Algunos pacientes se sienten cansados, abatidos o con malestar general. Otros pueden notar que hablan con una voz excesivamente baja o que han comenzado a escribir con una caligrafía apretada e irregular. Además, durante las fases iniciales estas personas pueden sentirse irritables o deprimidas sin razón aparente. A veces son los amigos o los familiares los primeros en darse cuenta de algunos síntomas: como la falta de expresión y animación de la cara (“cara de máscara”), la permanencia en cierta posición durante un largo periodo de tiempo o los movimientos anómalos de un brazo o una pierna.
Los síntomas característicos de la enfermedad de Parkinson son:
Temblor de reposo. Predomina en reposo y cuando la persona está en tensión y disminuye al hacer un movimiento voluntario. Puede afectar sólo a una parte del cuerpo y posteriormente suele hacerse más general. El temblor clásico de la enfermedad de Parkinson es regular y rítmico.
Rigidez. Resistencia a mover las extremidades. Los músculos siempre están tensos o contraídos. Esta rigidez aumenta durante el movimiento, al igual que cuando se le pide al paciente que mueva el otro miembro. La rigidez causa dolor y dificulta la marcha y cualquier otro movimiento, contribuyendo en las fases avanzadas al desarrollo de contracturas musculares.
Bradicinesia o acinesia. La bradicinesia hace referencia a la lentitud de movimientos voluntarios y automáticos. Este síntoma genera mucha frustración en el paciente porque su aparición no es fácil de predecir. Casi de forma repentina estas personas pasan de moverse con facilidad a necesitar ayuda. Es probablemente el síntoma más incapacitante. Ocasiona la típica cara inexpresiva, con disminución del parpadeo y ralentización de la voz, la deglución y la masticación y dificultades para actividades cotidianas como vestirse, afeitarse o comer. Cuando progresa se hacen muy difíciles movimientos tan sencillos como darse la vuelta en la cama.
Trastornos de la marcha. Al cabo de 5-10 años de evolución, la mayoría de los pacientes muestran alteraciones de la marcha, que se caracterizan por:
Una disminución de la zancada que produce una marcha en pequeños pasos
Tendencia a un aumento de la velocidad de los pasos y disminución de su longitud, con la típica marcha “en carrerilla”, que puede producir la caída hacía delante de la persona
Congelamiento o bloqueo de la marcha con los giros o al paso por sitios angostos, como pasillos, puertas, etc.
Periodos de congelación de la marcha por situaciones de estrés
Mejoría muy significativa de la marcha con estímulos externos, especialmente con referencias visuales.
Otros síntomas acompañantesDepresión, trastornos del sueño, cambios emocionales, dificultad para tragar y masticar, problemas urinarios o de estreñimiento y alteraciones cutáneas.

¿Cómo afrontar el diagnóstico?
El diagnóstico de una enfermedad crónica y progresiva, como es la enfermedad de Parkinson, suele acompañarse de sentimientos iniciales de incredulidad y negación, “no es posible”, que suelen conducir a la búsqueda de la opinión de varios especialistas; tras esa fase inicial suele producirse una siguiente de enfado y enojo (¿por qué yo?), que posteriormente suele encauzarse en una aceptación gradual de la enfermedad. No todas las personas se comportan de esta manera; hay otras que aunque parecen aceptar la enfermedad no tienen la voluntad de conocer los problemas asociados y de realizar los ajustes necesarios en su vida.
Algunas de las muchas dudas y temores que esta enfermedad plantea a quienes la padecen son:
¿Cómo afectará a mi vida?¿Cuándo interferirá la enfermedad con mi trabajo?¿Me permitirá seguir manteniendo mi nivel económico?¿Podré cumplir mi papel de padre/madre, esposo/esposa, etc.?¿Con qué rapidez progresará?¿Qué opciones de tratamiento existen? ¿Quedaré inválido?
Cuando la enfermedad de Parkinson progresa las personas que la padecen y sus familiares pueden tener dificultades para realizar las adaptaciones psicológicas que la nueva situación demanda, mostrando un grado importante de ansiedad, preocupación constante por el propio cuerpo, aislamiento social, incapacidad para tolerar la frustración, depresión, etc.
Aunque obliga a realizar cambios y adaptaciones, no se debe olvidar que muchas personas con enfermedad de Parkinson llevan una vida satisfactoria. Si se consigue mantener una actitud positiva en las situaciones a las que tendrá que hacer frente, su calidad de vida será mejor.
La persona con enfermedad de Parkinson debe aprender a priorizar y reestructurar sus objetivos y expectativas. Después de haber recibido suficiente información sobre la enfermedad, cada persona debe decidir, tras una valoración inicial minuciosa, qué aspectos de su vida considera más importantes, qué cosas debe ajustar y cuáles son las que debe cambiar completamente. Aunque muchas personas no tienen que hacer cambios laborales ni de sus hábitos cotidianos durante las fases iniciales de esta enfermedad, negarse a hacerlos cuando la sintomatología haya aumentado genera mucha frustración.

¿Cuál es el tratamiento?
Todavía no existe ningún tratamiento que consiga la curación de la enfermedad de Parkinson, pero existen fármacos que suelen producir un control de los síntomas.
Los mejores resultados se consiguen con un tratamiento médico correcto unido a terapias complementarias (fisioterapia, logopedia, atención psicológica, etc.). El tratamiento quirúrgico sólo está indicado en casos muy determinados.
Tratamiento médico
El tratamiento médico debe administrarse durante el resto de la vida del paciente y en todos los casos debe ser recetado y controlado por un neurólogo.
No hay dos pacientes que reaccionen igual y por eso suele ser necesario que transcurra cierto tiempo antes de poder determinar el tratamiento médico idóneo para cada persona. Además, los médicos suelen tratar inicialmente con medicamentos menos potentes y reservar el más potente para los momentos en los que los pacientes más lo necesiten.
Como la mayoría de los síntomas están producidos por la falta de dopamina, los fármacos empleados con más frecuencia intentan reemplazar a la dopamina o sus efectos, y de ese modo consiguen mejorar los síntomas de esta enfermedad.
El tratamiento médico se clasifica en medicamentos basados en la dopamina, agonistas dopaminérgicos, otros antiparkinsonianos y medicamentos anticolinérgicos.
Medicamentos basados en la dopamina
La levodopa es el tratamiento sintomático más utilizado actualmente. La levodopa se transforma en dopamina en el cerebro y sustituye su deficiencia.
Agonistas dopaminérgicos
Son fármacos que estimulan los receptores de dopamina favoreciendo su transmisión.
Otros antiparkinsonianos
IMAO-B: Impiden la degradación de la dopamina y, por lo tanto, aumentan su disponibilidad, potenciando y prolongando su efecto.ICOMT: Bloquean una enzima que degrada la dopamina y, por tanto, su administración junto a levodopa impide su degradación, aumentando su disponiblidad en el cerebro.
AnticolinérgicosFueron los primeros fármacos utilizados en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. Disminuyen la actividad de la acetilcolina (neurotransmisor con efectos opuestos a los de la dopamina).
Tratamiento quirúrgico
La cirugía tampoco consigue la curación de la enfermedad de Parkinson. Están indicada en pacientes menores de 75 años, con enfermedad de larga duración y con complicaciones derivadas del tratamiento médico. El tratamiento quirúrgico se divide en cirugía ablativa de lesión, estimulación cerebral y los injertos cerebrales (tratamiento en fase de investigación).
Cirugía ablativa Es una técnica muy limitada en la actualidad por ser menos segura que la estimulación. Son técnicas irreversibles.
Estimulación cerebralTécnica quirúrgica reversible que consiste en estimular una serie de núcleos cerebrales, con implantación de unos electrodos que se activan desde el exterior y que modulan y controlan algunos síntomas parkinsonianos.
Terapias complementarias
Los trastornos del movimiento comprometen mucho la capacidad de las personas para llevar una vida normal e independiente y además influyen de forma importante en las habilidades motoras aprendidas (caminar, hablar, escribir, girarse y levantarse de la cama, etc.).
Algunas de estas terapias complementarias son:
FisioterapiaSu objetivo es rehabilitar o mantener la funcionalidad del movimiento.
LogopediaRehabilitación de las alteraciones del lenguaje y la escritura.
Atención psicológicaIndicada en las personas con parkinson con depresión, ansiedad, insomnio, problemas sexuales, problemas de convivencia, etc.
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